Las mujeres latinas millennials estamos plenamente conscientes del doble prejuicio que enfrentamos en el lugar de trabajo. Hemos aprendido que nuestro género y nuestra etnicidad han sido utilizados en nuestra contra en el mundo empresarial y nos han puesto en riesgo de ser los empleados peor pagados en comparación tanto con nuestros homólogos masculinos como con colegas mujeres de otros orígenes étnicos.

Sin embargo, el género y la etnicidad no son los únicos factores responsables de la desigualdad salarial que enfrentamos. Debemos ser conscientes de que nuestro propio conjunto de valores, expectativas y educación cultural juegan un papel vital en la forma en que las mujeres latinas se ven a sí mismas en los negocios y en el lugar de trabajo. Nos ha tomado mucho tiempo reconocer, proteger y defender nuestro derecho a crecer y ascender en la escala corporativa. Con bastante frecuencia, me he dado cuenta de que mi compromiso con mi trabajo y el éxito de mi carrera intimida a otros, lo cual además es percibido como muestra de que no tengo tiempo —o no quiero hacer espacio— en mi vida personal para cumplir con otros supuestos deberes culturales o de género. También he escuchado que, como latina, debería estar agradecida de tener un buen trabajo y de ser financieramente independiente. Incluso me han dicho que debo ser especialmente humilde y modesta sobre este último punto. Permítanme decir que trabajé y me gané el camino para llegar hasta aquí. Permítanme agregar, además, que no estoy segura de que en algún momento de mi carrera haya sido discriminada a nivel salarial.

Los resultados del estudio multicultural del Edelman Trust Barometer 2019 en Estados Unidos muestran que las mujeres latinas confían mucho menos en las instituciones empresariales que los hombres latinos (49 % frente a 60 %). Cuando se les preguntó a las latinas cuánto confían en que las ONG, las empresas, el gobierno y los medios de comunicación hagan lo correcto, las empresas son las que tienen la mayor brecha en los niveles de confianza (una diferencia de 11 puntos porcentuales) en comparación con los latinos. Creo que el hecho de que las latinas se cuestionen si se puede confiar en las empresas o no se debe en gran medida a que sabemos que podríamos estar siendo pagadas o recompensadas injustamente. Existe una correlación directa entre la incertidumbre y la desconfianza.

La semana pasada, la senadora estadounidense Kamala Harris propuso cerrar la brecha salarial de género al exigirles a las empresas que divulguen sus datos de pagos y que obtengan una certificación de igualdad salarial so riesgo de que se les haga acreedoras a una sanción en caso de no cumplir con esta medida. La propuesta de la senadora apunta a trasladar la responsabilidad de señalar la desigualdad de manos de los trabajadores —quienes actualmente son los encargados de mostrar si sus empleadores tienen prácticas salariales dispares— a las empresas, para que sean ellas las que demuestren que se ha eliminado la desigualdad entre hombres y mujeres que realizan trabajos del mismo valor. La presión continuará aumentando, pero ganar la confianza empresarial comienza con la transparencia. Partamos de esto y mantengamos nuestras promesas de defender y hacer lo correcto.

Que las mujeres latinas estemos al tanto de que tal vez nos enfrentamos personalmente a un escenario de desigualdad salarial no viene sin consecuencias para las empresas y los empleadores. Como una ejecutiva latina, reconozco nuestras poderosas contribuciones a las organizaciones. Las latinas aportamos altos niveles de pasión, lealtad, confianza y colaboración al entorno laboral, y nuestro deseo de liderar y lograr mayores resultados actúa como un imán que invita a otros a ir más lejos. Sin embargo, si como latinas dudamos de nuestro valor organizacional y no estamos seguras de recibir el mismo salario por el mismo trabajo, las empresas (consciente e inconscientemente) seguirán promoviendo el esfuerzo mínimo, una mayor rotación de personal o la desvinculación de los empleados con la misión y el propósito de la compañía, así como una pérdida de liderazgo, creatividad e iniciativas valiosas.

Carla Santiago es Vicepresidente Sénior y Gerente General adjunto de Edelman Miami