Mi padre, Dan Edelman, fundó su firma homónima hace 70 años en el Merchandise Mart en Chicago. En esa época, tenía un único cliente, Toni Company, donde se había desempeñado como director de relaciones públicas durante cuatro años. Contaba también con cuatro personas que hacían pitches para medios y organizaban giras de medios. Pero sobre todo, tenía un sueño: construir una empresa global dedicada a las relaciones públicas de marketing que al mismo tiempo aspirara a hacer comunicaciones corporativas y de crisis. Estaba convencido de que las relaciones públicas eran superiores a la publicidad porque ofrecían un mensaje más poderoso que los medios comprados, pues significaban el respaldo de un tercero con la credibilidad de los principales medios de comunicación. Así, poco a poco construyó su compañía, tomando las ganancias de la oficina de Chicago para iniciar operaciones en la ciudad de Nueva York, luego en San Francisco, con el fin de brindar servicio al California Wine Institute, y porsteriormente en Londres y Washington, D.C.

Mi padre llevaba a sus clientes a nuestra casa. Aprendí a cocinar palomitas de maíz con Orville Redenbacher, que vino a cenar de chaqueta y pajarita. Charles Lubin, el panadero que fundó Sara Lee, nos enseñó cómo cortar un pastel correctamente. Para los Bensinger, dueños de la compañía de artículos deportivos Brunswick, me presenté en su informe anual como jugador de béisbol de ligas menores vestido con un uniforme estilo McGregor. También comímos Kentucky Fried Chicken con el propietario John Y. Brown; es más, conocí al coronel Harlan Sanders en una gira de prensa en la ciudad de Nueva York.

Mi madre fue una compañera invaluable y constante. Ofrecía opiniones sobre posibles contrataciones. Era también la mejor para presentadora, se acercó a figuras famosas como el entonces Secretario de Estado Henry Kissinger y los arrastró para que conocieran a mi padre, a quien describía como "mi brillante esposo". Fue una anfitriona maravillosa, ofrecía deliciosa comida eligiendo el menú de cada reunión de gerentes durante 60 años, y escogía personalmente las flores que adornaban el departamento de Astor St.

Esta mañana caminaba por el Museo Edelman cuando me di cuenta del poder de la imaginación y la determinación de la empresa, de que la historia de mi padre es el Sueño Americano hecho realidad. Hemos tomado el camino menos concurrido al decidir seguir siendo una empresa independiente y familiar, al diversificar nuestra oferta sin dejar de ser fieles a la misión de informar a los distintos públicos para que puedan tomar buenas decisiones. A todos nuestros clientes alrededor del mundo, gracias por creer en nosotros y darnos la oportunidad de servirles. A todos los colegas de Edelman y Zeno, gracias por sus ideas, su pasión y por insistir en trabajar con excelencia. A mis tres hijos que ahora son también parte del negocio, recuerden que nuestros valores importan mucho más que el dinero, que la calidad de su trabajo determinará su éxito y que las relaciones basadas en la confianza con colegas y clientes por igual son las que perduran.

Para terminar, les comparto un video de mis padres, así como algunas fotos del Museo Edelman. Quiero agradecer especialmente a mis hermanos, John y Renee Edelman, así como a Ginny Tevere, Emmy DeLoach, Alice Hogueisson y Pippa White, quienes hicieron realidad el proyecto del Museo. Todavía hay mucho que celebrar mientras cumplimos nuestros siguientes 70 años.

Richard Edelman es CEO de Edelman.