El domingo tuvieron lugar las elecciones generales para presidente, vicepresidente, senadores y diputados nacionales en Argentina. En una jornada en la que no se esperaban mayores sorpresas, hacia las 21:00 horas -con clara puntualidad con respecto a lo ocurrido en las PASO- se comenzaron a conocer los datos del conteo que terminaría por dar ganador a Alberto Fernández en primera vuelta con 48,10% de los votos, menos de ocho puntos por encima de Mauricio Macri (40,37%).

En este sentido, resultó sorpresivo el recorte de la brecha entre ambos candidatos, cuando durante las últimas semanas se sostenían diferencias de alrededor de 20 puntos a favor de Fernández. Así, las encuestadoras y relevadoras de opinión volvieron a ocupar el centro de la escena en relación a la fiabilidad de sus pronósticos.

Más allá del análisis, lo que dejó la jornada es el comienzo, por primera vez en décadas, de una transición ordenada y pautada entre los equipos de ambos mandatarios, un equilibrio que el nuevo presidente deberá procurar sostener en el tiempo ya que ni Juntos por el Cambio ni el Frente de Todos cuentan con mayoría en ninguna de las cámaras del Congreso.

Mientras que en la provincia de Buenos Aires resultó ganador el candidato del peronismo, Axel Kicillof -allí sí por una distancia mayor a 16 puntos-, la Ciudad de Buenos Aires, fue el único distrito en el que logró imponerse el actual oficialismo nacional, donde renovó mandato por más de 55% el Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta.

De esta manera, inicia una nueva etapa política en el país donde parece haber llegado el equilibrio y sana competencia entre fuerzas políticas que trabajarán para recomponer la situación económica del país.

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